Testimonio de Melina Morón
Cuando Alejandro viaja por primera vez a Trinidad, lleva una cantidad pequeña de medicamentos y, gracias al ministro Rodrigo, se reúne con la Comisión Científica de La Paz, estando también presentes algunos amigos del grupo de los templarios como Guillermo Aue, Mauricio Shiriqui, Sebastián Paz y Tojo Gómez.
Alejandro les explica de forma detallada su terapia y el porqué del uso de cada medicamento ante esta enfermedad, pero lamentablemente tienen bastantes desacuerdos; inclusive, debido a la soberbia o envidia (la verdad no sabría decir), casi se llegó a los golpes con uno de los médicos paceños. Pero todo vuelve a la calma, disculpándose ambas partes; entonces, ellos les entregan el stock de medicamentos estando la prensa presente.
Lamentablemente, a ellos no les interesó la terapia y dejan los medicamentos donados en un cuarto sin darles importancia.
Alejandro, al enterarse y ver que no serían utilizados, recoge todas las cajas y, junto con sus amigos, las llevan a la casa de Guillermo Aue. Sin pensar, es cuando se forman los cuatro medicamentos milagrosos, la Sinergia del Amor, la Amalgama Perfecta, y es donde empieza la Cruzada de Fe, sin imaginar en ese momento lo que llegaría a ser, al ver que la terapia funcionaba, ya que se la dieron a amigos y parientes que se encontraban delicados de salud.
Todos se movilizan rápidamente. Arman kits y los distribuyen durante el día. Esa misma jornada, tras una entrevista en Red Uno, difunden sus teléfonos y, sin preverlo, se convierten en un improvisado call center. Entregan kits hasta la madrugada, impulsados por la desesperación y sufrimiento de la gente, que ve en estos medicamentos, una nueva esperanza ante tanta desgracia.
No tardaron en llegar las críticas destructivas de algunos médicos, pese a los resultados evidentes. Aun así, el grupo sigue adelante, impulsado por los testimonios de recuperación. La gente envía videos y mensajes de agradecimiento. Alejandro, emocionado, me llama en la mañana y dice: “¡Increíble, Muñeca! Dios es grande. Todos los que tomaron nuestra terapia se están curando”.
Los testimonios llegan de parientes, amigos, conocidos y personas que habían recibido los kits esa misma noche. Algunos médicos —a los que llaman “ratones de biblioteca”— comienzan a criticar y a lanzar comentarios negativos. Pero el 19 de mayo, Alejandro recibe el respaldo del Dr. Rolando Cazzol Sandoval, médico cirujano y epidemiólogo, quien publica un mensaje apoyando cada uno de los medicamentos, señalando que son compatibles con el tratamiento del COVID-19
Alejandro empieza a tener señales complementarias de ayuda cuando nota que la esposa de Guillermo Aue, embarazada, toma vitaminas prenatales. Al revisar los prospectos, se da cuenta de que tienen componentes que fortalecen la inmunidad (como Fortalex y Gestavit). Se obtiene un cien por ciento de éxito en un solo día: la gente mejora de forma increíble.
También el 19 de mayo, el coronel Wal- ter Alvis, de la Policía, brinda una entre- vista a la prensa mientras recibe en su oficina a un grupo de Caballeros Templarios, entre ellos Alejandro. El Coronel dice: “¡Dios es grande!”, ya que sin ningún interés de lucro, solo con el interés de ayudar al prójimo, Alejan- dro y los caballeros templarios le entre- gan los medicamentos, pues muchos oficiales estaban enfermos y en estado crítico, sin poder respirar. A los oficiales médicos, Alejandro les explica su terapia y les muestra los testimonios de la gente recuperada que tampoco podía respi- rar. Ellos reciben los medicamentos de todo corazón y con mucha fe, y con la bendición del Señor para salir adelante y ponerse manos a la obra, con el doctor Revollo y el Departamento de Salud, para curar a sus camaradas, ya que los ven como sus ángeles de salvación.
Al ver todos estos resultados, que la gente mejoraba y seguían llamando para buscar los medicamentos, continúan repartiendo desde el condominio El Dorado.
Cuando la envidia y la soberbia hablan, la bondad y la nobleza callan — Dr. Alejandro Unzueta, Soldado de Dios Sanador Alejandro regresa a Santa Cruz el 20 de mayo, totalmente regocijado y bendecido.
Al ver tanta desesperación de la gente ante dicha enfermedad, ya que en esos momentos no había ni medicamentos en las farmacias de Trinidad, llega a Santa Cruz con la idea de seguir ayudando.
En ese momento es que se acuerda de su amigo Pacato Nostas de laboratorios Ifa y compra un stock grande de medicamentos de primera línea, lo que en ese momento era su protocolo: Azitromicina de 1 g, Indometacina de 25 mg, Prednisona de 20 mg, Levofloxacina de 750 mg para cuando el paciente no respondía a la terapia, y una sulfa como el Cotrimoxazol Forte, aspirinas de 500 mg y también un anticoagulante inyectable, la Enoxaparina.
Gracias al Sr. Vera, de la aerolínea Amazonas, consigue un vuelo con tarifa solidaria hacia Trinidad.
Los medicamentos se recogieron de la farmacia Chávez de la Av. Banzer. Camino a recogerlos, tomé la decisión de acompañarlo, ya que insistí todo el día y todo era negación. No mido responsabilidades ni consecuencias de mis actos y decido irme con la ropa que llevaba puesta, pensando en lo que mi padre siempre me decía: “Todas las cargas se arreglan en el camino”. Nos fuimos los dos solos en el avión de Amazonas, el cual casi no sale, ya que se debía tener un nuevo permiso de la DGAC (Dirección General de Aeronáutica Civil) para despegar. Al final, al límite del tiempo, salimos de Santa Cruz.
Llegando a Trinidad, nos esperaba la comitiva de los caballeros templarios. Directamente nos fuimos a la casa de Guillermo Aue y Tamara Rivero. Yo, con la pena de no traer ni una sola prenda de vestir, pero los caminos de Dios son perfectos. Tamara se portó muy atenta y me abrió las puertas de su casa y cuarto para ofrecerme todo lo que yo necesitaba. Ese mismo momento se empezó a armar los kits, con la colaboración de amigos, voluntarios y personas que vivían en el condominio El Dorado.
Ya en Santa Cruz, nos enteramos de que en el asilo de ancianos estaban muriendo los viejitos y solo había una hermana sana que lloraba y pedía ayuda de forma desesperada. Alejandro decidió ir primero al asilo con los medicamentos.
La escena era desgarradora: siete ancianos habían fallecido en un solo día.
Mientras, en el condominio El Dorado, la gente, al enterarse de que habíamos llegado con medicamentos, empezó a aglomerarse en las puertas del condominio. Al ver la cantidad de gente que llegaba, les dijimos que se realizaría la entrega de los kits en un galpón que estaba cerca, ya que había mucha gente y no se podía exponer a las personas que viven en el condominio El Dorado, que realmente se portaron con mucha altura en esos momentos difíciles y complicados para cualquiera. Nunca recibimos un rechazo, ya que viven familias, personas de la tercera edad, niños y familias enteras a las que exponíamos con todo esto.
Pero el Señor fue maravilloso, que nos tenía como en una burbuja; nos llenó de fe, que hasta sentimos la seguridad de estar en contacto tan cerca de las personas y sin barbijo, aun viendo que las personas llegaban disneicas, con mucha falta de aire, con mucha carga viral. Alejandro, llegando del asilo, fue al lugar y realmente fue mágico, increíble. No hay duda de que la gente vio una nueva esperanza; no les importó aglomerarse, no les importó estar en contacto con otras personas después de toda la información terrible que teníamos de la enfermedad, ya que hasta ese momento, por la forma en que se procedía con los contagiados, la gente prefería que pasara lo peor en sus casas antes de declarar que estaban enfermos de COVID-19.
La primera noche fue terrible: los celulares de todos no paraban de sonar y de entrar mensajes; la gente se moría y solo pedía auxilio. Seguíamos entregando kits; la gente, desesperada, llegaba al Condominio a las dos, tres de la mañana; era una llamada tras otra.
Al día siguiente nos levantamos temprano; no dormíamos casi nada, contando siempre con la ayuda incondicional de la Sra. María del Carmen, su esposo Fer- nan Chávez, Alex Román, Tojo Gómez, Cheyo Zambrana y Chin Velarde.
La gente seguía llegando todo el día; las filas eran muy largas. La siguiente noche tuvimos apoyo de la policía, ya que muchos de ellos se curaron con nuestra terapia, así como también los bomberos, el sindicato de motos y mucha gente. Terminamos como a las ocho de la noche y decidimos irnos a la casa, pero la gente empezó a llegar en su desesperación a las puertas del Condominio. Alejandro, cansado, se retiró, y nos quedamos la Sra. Ana María, Fernan y mi persona. Cuando nos dimos cuenta, teníamos como a diez personas a punto de colapsar, totalmente disneicas; empezábamos a darles la terapia, a algunos se les colocaba el Clexane y tenían pronta mejoría, pero fue maravilloso: la gente mejoraba, era como si le entrara una bocanada de aire y sentían mucho alivio y tranquilidad.
Esa misma noche recibo una llamada cerca de las doce de la noche: era una señora que lloraba sin consuelo porque su esposo estaba muy mal. La contacté con Alejandro; le pidió su dirección para poder llevarle los medicamentos. Ella se desespera y le dice que ya no tenía pulso. Alejandro le da ánimos y le dice que no se deje vencer, y le pide que eche boca abajo al esposo y le dé masajes con sal común y agua caliente en la espalda. Ahí recibe Alejandro el mensaje de que la sal lo ayudaría a oxigenar; fue la primera vez que se realizó este procedimiento. El señor, que ya momentos antes no tenía ni mucho pulso, empieza a sentir mejor la entrada de aire, es el testimonio de ellos. Él se va con Alex Román y Fernan Chávez; les costó mucho llegar a la casa, el GPS los llevaba por otro lado, tuvieron muchas trabas, como para que ellos no pudieran llegar hasta la casa; el GPS siempre marcaba otra dirección, así que les pidieron que un familiar saliera a encontrarlos.
Al llegar a la casa, Alejandro tuvo una extraña sensación. Dice que fue muy raro: el señor empezó a vomitar, le da los medicamentos y, de forma sorprendente, a los diez minutos empieza a mejorar de forma inmediata y queda estable, y la familia, muy agradecida. También acudieron a nosotros los bomberos, a los cuales se les colaboró con 17 kits. Días y noches continuamos con la ayuda solidaria a las personas, creyendo ciegamente en nuestra Cruzada de Fe. El 25 de mayo, el Dr. Rolando Cazzol acudió a nuestro galpón en señal de apoyo, frente a las críticas que enfrentábamos. Había amenazas de quitarle el título a Alejandro, procesos en su contra, y rumores de que nuestra terapia intoxicaba. Incluso circularon en Facebook imágenes de personas supuestamente hospitalizadas por consumir nuestros medicamentos.
El 25 de mayo acude a nuestro galpón el Dr. Rolando Cazzol para apoyarnos debido a las críticas que existían en ese momento. Había amenazas con quitar el título a Alejandro, que realizarían procesos, que nuestra terapia intoxicaba; incluso hicieron circular por Facebook [supuestas] personas que estaban internadas por una intoxicación porque habían tomado la terapia. Pero las reacciones no se hicieron esperar: al día siguiente volvió a circular las disculpas, ya que era un acto de maldad que en el hospital se valieron, aprovechando el malestar de las personas; ellas mismas desmintieron, diciendo que todo había sido armado solo con el afán de crear un daño a nuestra loable labor, que en esos momentos dio mucho alivio a mucha gente.
Ese mismo día corrió el rumor de que la ministra de Salud estaba interesada en reunirse con Alejandro para coordinar con él y seguir realizando la ayuda, a lo cual estábamos totalmente de acuerdo, y en realidad hubiera sido ideal esa ayu- da; pero aun así, dentro de tanta des- gracia, solo fue un show político, ya que la Ministra nunca se presentó a dicha reunión. También lo citaron a Alejandro a una reunión donde estaba el ministro Yerko Núñez, que había llegado de la ciudad de La Paz para pasar a Riberalta, donde tuvimos la suerte de que nos transportaran en el mismo vuelo, porque hizo escala en Santa Cruz. Nos trajeron un lote de medicamentos que habíamos solicitado, costeado con recursos propios.
Pensamos que esa reunión rendiría frutos y nos permitiría avanzar, pero fue todo lo contrario. La soberbia, la indiferencia y la ambición arruinaron ese encuentro. Muchos en ese grupo parecían convencidos de que sus cargos eran eternos y eran ajenos al sufrimiento de esa pobre gente desesperada.
Ese día, creemos, que las fuerzas malignas estaban actuando. El mismo 25 en la noche, Alejandro acudió a un llamado de una señora delicada; llegó a atenderla y ella comenzó a vomitar de forma violenta. Fue como un exorcismo, según los relatos, pero vencimos: el poder del Señor pudo ante todo, nuevamente dando vida y dejando mucha esperanza.
Después de ese día empezaron a cerrarnos las puertas: prohibieron que los laboratorios nos puedan vender los medicamentos, sobre todo si era Alejandro Unzueta el que los requería. También nos bloquearon el permiso para que despegue un avión que tenía que traer medicamentos desde Santa Cruz a Trinidad. No podíamos creer lo que sucedía y no nos podíamos quedar con los brazos cruzados. Alejandro llamó a su hijo Johan para que se aliste, recoja los medicamentos y realice el viaje a Trinidad llevando los medicamentos. Él sale de Santa Cruz tipo 6 de la tarde; estábamos muy preocupados, ya que esos días había demasiados bloqueos en las carreteras, pero con la protección del Señor llega al amanecer. Volvimos a vencer frente a tantos problemas y continuamos con nuestra ayuda. Nuevamente se juntó la gente voluntaria para armar los kits; las personas se nos ofrecían para ayudar.
Cae un grupo de bomberos con la enfermedad, a los cuales inmediatamente se les brindó ayuda. El reconocimiento y apoyo ante la causa fue inmediato; nos mandaron videos de agradecimiento, fue muy emotivo, ya que formaron como un rosario de velas, dieron testimonios de vida, realizaron una cadena de oración. El 26 de mayo, Alejandro, Alex, Johan y Guillermo partieron en una avioneta a San Ramón, con kits de ayuda. La gente los recibió con gran alegría. Alejandro les mostró cómo aplicar las cataplasmas de sal y coordinó con los médicos del lugar, ya que San Ramón sufría en ese momento una gran cantidad de casos de COVID-19.
En Trinidad se seguían repartiendo los medicamentos. Nos llamaban familias pidiendo ayuda, ya que tenían miedo de salir y que los vecinos se enteren de que estaban enfermos. Fuimos a visitar un barrio a pedido de una amiga: en una casa, en realidad en dos cuartos, vivían 17 personas, de las cuales 15 estaban enfermas, contaminadas y con síntomas de la enfermedad. Ahí nos dimos cuenta que lo que mostraban en las estadísticas oficiales no reflejan lo que en realidad se estaba viviendo en esos momentos.




Trinidad tenía una contaminación viral muy extensa. También se mandaron los medicamentos a San Joaquín, al señor David Pedriel, que se preocupó por el lugar.
El 29 de mayo se tenía que viajar a Riberalta; llegaron dos avionetas a recogernos, ya que la gente estaba desesperada porque presentaban casos de COVID-19. Pero grande fue nuestra sorpresa al ver que había una carta que prohibía que cualquier avioneta en la que esté el doctor Alejandro Unzueta pudiera despegar. Era algo de no creer. ¿Quiénes estaban detrás? Nunca lo supimos con certeza, pero sin duda alguien se prestó a ese acto de sabotaje, poniendo una vez más trabas a nuestra misión.
Silencia a los que critican “La voluntad de Dios es que practiquen el bien, para que así se calle la ignorancia de la gente insensata.”
Toda esta situación nos afectó profundamente. Fueron días duros, de desvelos, alegrías, tristeza e impotencia ante a mezquindad de algunas personas. Comprendimos que el mal existe, que es poderoso y se apodera de las almas más débiles. Por ambición y avaricia insensata, intentaron destruir a un hombre noble que, desde la razón, se entregó a lo espiritual para dar esperanza y vida. Entendemos que el mal existe, que es fuerte y agarra a las personas más débiles, que por su angurria de poder, avaricia insensata, querían dañar a un hombre noble, pero Alejandro no se detuvo. Se llenó de luz e incrementó su espiritualidad, dando esperanza y vida a mucha gente; donde, al contrario, no le importó sobrepasar los límites y se llenó de celestialidad, teniendo presencias, recibiendo mensajes, hablando con el Señor para iluminar a cada uno que estaba a su lado, recibiendo información divina para mejorar, siendo ungido y protegido, recibiendo muchas bendiciones de todos lados, ya que la amalgama del amor, que él creó, llegó a nivel nacional e internacional para sanar cuerpos y corazones.
Recibimos el apoyo del colegio de Odontólogos, lo cual nos ayudó para callar a los del Colegio Médico que querían denigrar nuestra profesión, como si no tuviéramos la capacidad de recetar o ayudar en esta situación de pandemia (aunque creo que en tiempos de guerra y batalla todo vale). Mientras ellos peleaban por tener la razón, que para nosotros no era importante, Alejandro seguía alimentándose leyendo investigaciones, volviéndose un experto y siendo admirado por muchos.
El 30 de mayo, Alejandro sintió que ya era el momento de retornar a Santa Cruz, ya que querían encapsular Trinidad. Llegó el ministro de Defensa y el doctor Oscar Urenda reprochando nuestro actuar, así que decidimos volver porque ya Trinidad se había calmado, la gente estaba más tranquila. Viajamos ese día por tierra, renovados, con el sabor de una labor cumplida, llenos de fe y regocijo, con pensamientos diferentes para nuestras vidas. Al volver, se dejó algunos kits de medicamentos en Guarayos.
Llegamos a Santa Cruz a las 3 de la mañana; llegamos directo al sauna para bajar nuestra carga viral. Cansados, nos fuimos a dormir, pero tuvimos una experiencia extraña.
Alejandro despertó, me abrazó y me dijo que empiece a orar y que no tenga miedo, que mire al pie de la cama. Vi dos presencias extrañas, vi sombras negras de gran tamaño. Empezamos a rezar; se sentía un ambiente hostil. Las cosas que teníamos en los veladores, los celulares, fueron botados hacia la pared como si los hubieran arrojado. Quedamos muy sorprendidos, pero teníamos mucha tranquilidad y confianza por la fe que nos invadía en esos momentos.
Te probó como guerrero en esta dura batalla Nuestros teléfonos no paraban de sonar; las llamadas entraban hasta la madrugada. Fue una dura labor, estábamos invertidos: nos quedábamos hasta las cinco de la mañana. Alejandro recibía videollamadas, WhatsApp, mensajes, correos; era desesperante. Mucha gente llamaba en estado crítico, ya disneicos, sin poder respirar; relataban que no podían encontrar los medicamentos y también que habían subido demasiado de precio: la receta que nos llegó a costar Bs 120 se conseguía en Bs 500, Bs 800 o más. Es que empezaron a ocultar los medicamentos… La siguiente noche, Alejandro recibió una llamada de la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB) con sede en Santa Cruz. Nos decían que había muchas personas enfermas en el centro indígena. Alejandro quedó en entregarles medicamentos y yo decidí acompañarlo, eran más o menos las doce de la noche. Nos subimos a la movilidad, llamó el señor que lo contactó de la CIDOB y nos dijo que tardaría unos 20 minutos más en llegar al lugar que habíamos coordinado, que era en el cuarto anillo.
Nos quedamos en la movilidad, pero de repente sentimos un empujón muy fuerte en la parte trasera de la camioneta. Alejandro tuvo que frenar porque casi chocamos con una pequeña fuente de agua que tenemos en la casa. La camioneta estaba apagada, no habíamos hecho ni el intento de prenderla. Nos asustó el impacto muy fuerte; fue algo muy extraño. Además, apareció un olor intenso y desagradable. Sabíamos que nuevamente era un ataque que no nos doblegó; seguimos con nuestra misión, entregamos los medicamentos y sabemos que muchas personas que creyeron, tomaron con mucha fe y sanaron.
Realmente el retorno de Trinidad marcó nuestras vidas. Desde ese momento tuvimos muchos cambios, se puede decir de 360 grados. Siempre digo: solo Dios sabe el porqué de todo esto, de todas estas vivencias que son muy difíciles de contar porque hay gente que no está preparada o no lo entiende y nos tilda de locos.
No es fácil contar todo lo vivido; fueron muchas, pero muchas experiencias extrañas: buenas, malas, alegres, tristes, hostiles, reconfortantes, sentimientos encontrados. Pero sé y tengo la seguridad, la fe, de que después de todo esto el Señor tiene algo maravilloso para nosotros, para mi familia. Y aunque hubo lágrimas, sé que sus tiempos son justos y perfectos, y solo Él para guiarnos en todo momento…
Todo lo que el hombre siembra lo cosechará Espíritu infinito abre la puerta Por encima de todo cuidado, guarda tu corazón, porque de él brotan las fuentes de la vida…
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