El joven desahuciado que abrió la puerta Durante la pandemia viví una de las experiencias más impactantes de mi vida. En medio del caos y la desesperanza, apareció el doctor Alejandro Unzueta con una terapia basada en la fe y la esperanza.
Uno de los casos más conmovedores fue el de un joven que había sido retirado del hospital. Los médicos aseguraron que no pasaría de esa noche. Su único deseo era morir en casa, y su familia, resignada, lo llevó de vuelta al hogar.
Uno de sus familiares se contactó con nosotros y, con desesperación, nos pidió ayuda. Fuimos hasta allí, le ofrecimos la terapia con sal y el tratamiento correspondiente, pero le pedimos algo fundamental: fe.
El joven estaba con oxígeno, acostado, visiblemente debilitado. Le administramos la terapia, oramos junto a él y le dijimos:—Mañana volveremos, y sé que estarás de pie.
Al día siguiente, con el corazón en la mano, fuimos nuevamente a su casa. Tocamos la puerta… y fue él quien la abrió. El mismo joven desahuciado ahora sonreía, saltaba, ¡hasta quería correr! Nos agradeció entre lágrimas.
Solo pudimos responderle: —No nos agradezcas a nosotros. Agradece a Dios. Hoy sigue vivo, sano y feliz junto a su familia. Fue, sin duda, un verdadero milagro.
El anciano que llegó cargado y salió caminando También en la ciudad de Riberalta, en el coliseo de los Tajibos, vivimos otro testimonio inolvidable. Un anciano de casi 70 años fue traído cargado entre cuatro personas. No podía caminar. Estaba al borde de la muerte.
Su saturación de oxígeno era de apenas 20. Respiraba con dificultad, y la vida se le escapaba en suspiros breves, mientras sus hijos y nietos lloraban con desesperación al verlo así.
Muchos sentimos miedo. Pensamos que tal vez moriría ahí mismo. Le sugerimos al doctor Unzueta que no lo dejara entrar. Pero él respondió con firmeza: —Déjenlo pasar. Vamos a ayudarlo.
Le administró la medicación, le realizó masajes… y esperamos. Pasó media hora, luego una hora. Entonces, como si algo divino hubiera ocurrido, el anciano se levantó y salió caminando por su cuenta.
Fue uno de los momentos más emocionantes que he vivido. La fe fue más fuerte que el miedo. Y todos fuimos testigos de lo imposible.
“Jesús le dijo: ¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?” — Juan 11:40



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