El precio de la verdad

Jun 9, 2025

Me refiero al precio emocional, físico y espiritual que tuve que pagar por hacer lo correcto.

Salvar vidas tuvo un costo alto. No hablo de dinero; eso lo entregué con gusto, sin esperar nada a cambio.

Me refiero al precio emocional, físico y espiritual que tuve que pagar por hacer lo correcto.… En una época en la que lo correcto parecía prohibido.

Decir la verdad trajo consecuencias. Muchas. Dolorosas. Reales.

Mientras cientos sanaban y la esperanza se multiplicaba en las calles, también crecían las críticas, las denuncias, los intentos de desprestigio

Me acusaron públicamente. Me tildaron de curandero.

Dijeron que lo mío era brujería, que inducía a la gente a abandonar la medicina convencional.

Me investigaron. Me interrogaron. Me amenazaron. Hubo días en los que, al salir de casa, no sabía si volvería.

No por el virus, sino por aquellos que se sentían amenazados por lo que hacíamos.

podía ser que curar se volviera un delito? ¿Cómo podía ser que dar esperanza se interpretará como un acto político o subversivo?

Entonces comprendí algo con claridad: La verdad incomoda. La fe molesta cuando despierta.

Y los milagros, cuando no pueden explicarse, generan miedo… o furia.

Pasé noches enteras sin dormir, no por cansancio físico, sino por la presión emocional.

Veía a colegas darme la espalda. Instituciones se negaban a reconocer lo que ocurría frente a sus propios ojos. Y me dolía. No por mí, sino por la gente que pudo haberse salvado si simplemente me hubiesen escuchado. Incluso algunos de los que ayudé, ya sanos y fuertes, se alejaron. Me negaron.

Jesús también lo vivió; y eso me dio consuelo. Porque quien obedece al cielo, muchas veces es rechazado en la tierra. Pero nunca me detuve. Nunca dejé de atender. Nunca dejé de orar. Nunca dejé de creer. Porque cuando uno camina con Dios, sabe que el fuego purifica, pero no consume.

Lloré muchas veces en silencio. Sentí soledad, incomprensión, impotencia. Pero también percibí la fuerza de lo invisible.

Sentí el respaldo de los que no tienen nombre, pero tienen alma. Vi al pueblo salir en nuestra defensa. Sentí las oraciones que me sostuvieron cuando ya no podía más.

Y entonces recordé: Todo lo verdadero tiene un precio. Y vale la pena pagarlo cuando la recompensa… es la vida.

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